Toxic Positivity: compararnos con Instagram no hace bien

Suria Reiche (dpa)

Seguramente, la sensación la conocen casi todos: una está vestida con ropa deportiva recostada en el sofá y escrolea, por ejemplo, su timeline de Instagram. Las personas que comparten sus fotos allí suelen ser bellas, están arregladas, hacen cosas fantásticas y sonríen felices a la cámara.

¿Y una? De repente, una se siente inútil y como que está de más, porque no está haciendo esas cosas tan maravillosas y especiales, sino que está sin maquillaje tirada en el sofá.

La psicóloga Linda Leinweber explica que muchas veces olvidamos que las personas que comparten esas fotos grandiosas solo exhiben un recorte seleccionado de su realidad. «Si es así, no tomo consciencia de que lo que veo en la pantalla no es la realidad», reflexiona.

La experta de 33 años se ocupa ya desde hace tiempo del fenómeno que tiene el nombre abstracto de «toxic positivity» (positivismo tóxico) y sabe que todos estamos influenciados por las redes sociales. «Y entonces sentimos esa presión de que todo siempre tenga que ser positivo, grandioso, especial y brillante. Creo que apartarse de eso es una tarea diaria».

Algo parecido experimentó la psicóloga Doris Röschmann en su trabajo en Alemania. Menciona como ejemplo la pregunta: «¿Cómo estás?». Son muy pocas las personas que responden con la verdad.

«Y eso que la vida no siempre es bonita. Pero uno no quiere presentarse como una persona mal humorada, porque eso puede significar que uno no sabe manejar las dificultades de la vida», señala. Por eso, la respuesta a esa pregunta suele ser: «bien», agrega.

Solo porque una no quiera demostrarlos, los sentimientos negativos no desaparecen, aclara. «Hacer de cuenta siempre que una está de buen humor es un esfuerzo y a la larga no es sano. Estoy tapando algo dentro mío y eso cuesta energía psíquica».

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Según Röschmann, las consecuencias pueden ser insomnio o incluso depresiones. Y no ser sincera con una misma, a la larga, puede afectar al sistema inmunológico.

Sin embargo, parece una regla no oficial que una comparta con otras personas principalmente los momentos en los que se ve feliz, dice Leinweber. En las redes sociales, pero también muchas veces en la vida real.

«Es un impulso natural. Todos aspiramos a tener una vida feliz y satisfactoria», dice Leinweber. Eso es algo que de alguna manera impone la sociedad.

Por lo demás, está comprobado que el cuerpo genera dopamina, la hormona de la felicidad, si, por ejemplo, recibimos en Instagram notificaciones positivas en forma de likes. Eso refuerza de alguna manera nuestro impulso a compartir cosas bonitas.

Pero si siempre nos obligamos a mostrar algo positivo de nuestra vida y a ocultar todos los aspectos sombríos que toda persona tiene, entonces ya no nos permitimos a nosotros mismos atravesar sentimientos difíciles como duelos, miedos o incertidumbre.

«De esta manera, esos sentimientos negativos se vuelven cada vez más tabú, aun cuando existen», dice Leinweber. En su opinión, esa es una de las razones por las cuales las enfermedades psicológicas están tan estigmatizadas en el mundo actual.

Da la impresión de que uno es enervante o no es cool, si habla sobre sentimientos negativos. «Sin embargo, eso es oficialmente parte de nuestra sociedad y deberíamos empezar a transparentarlo, sino no tendremos nunca la oportunidad de sanarlo».

Un paso en el camino a un manejo sano de los sentimientos negativos es, según Röschmann, el siguiente: «Tenemos que estar conectados con nosotros mismos». La necesidad de representar hacia afuera a toda costa una vida bonita es un síntoma de que la autoalienación está muy avanzada.

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Sin embargo, lo correcto sería lo contrario. «El verdadero buen humor se genera mediante una vida en la que no dependemos de factores externos. El requisito para eso es tener la capacidad de percibir todos los sentimientos». Y tomárselos en serio.

«Los sentimientos son embajadores de las necesidades», concluye Röschmann. Leinweber tiene algunos consejos sobre cómo evitar desanimarnos ante las imágenes siempre positivas de las redes sociales. «En primer lugar, evitaría entretenerme mucho con el teléfono móvil antes de ir a dormir. Y también hay que prestar atención a qué contenido se mira».

A pesar de todos los riesgos que entrañan las redes sociales, también hay canales que inspiran y que tienen contenido valioso, acota. Por eso hay que evaluar muy bien qué canales se siguen y qué efecto tienen en el estado de ánimo.

Porque ninguna vida es siempre bonita y genial. Pero si nos muestran eso permanentemente, puede tener efectos indeseados en nosotros. Según Leinweber, la meta es percibir y tomar en serio todos los sentimientos que tenemos y regularlos.

«Lógicamente es un desafío desarrollar esa capacidad», dice Leinweber. Pero si la alternativa es volverse insensible y ya no percibir sentimientos, entonces es solo una pequeña tarea.