Factoring versus wealth management

Las empresas no están atravesando en muchos casos su mejor momento financiero. Con un mercado que ha estado definido por el no gasto y con una producción mucho más limitada, muchas de ellas han tenido incluso problemas de financiación que las han hecho buscar alternativas distintas a las que aparecían en sus planes de negocio.

El consumo ha caído durante estos últimos años, haciendo que muchas compañías hayan sufrido pérdidas que pretenden, mediante inversiones en ciertos productos rentables, salvar las cuentas.

Una de las técnicas es el factoring, cuando las empresas como bancos, cajas o entidades especializadas adquieren los créditos provenientes de las ventas, otorgando a la compañía un anticipo financiero total o parcial a través de una factura.

¿Es esta la mejor forma de conseguir solvencia? Lo cierto es que este método ya se usaba en el siglo XVII con lo que eran transacciones transoceánicas, así que tampoco ha cambiado tanto la situación comercial pese a todos los avances pese al paso del tiempo.

Lo cierto es que hay muchos tipos de factoring, dependiendo de si hay avales, garantías o si es un factoring corporativo. Ha habido mucho avance y especialización en este campo.

Puede que no sea la mejor forma que pueda tener una empresa para conseguir salir adelante, pero lo cierto es que este método ha salvado muchas hojas de cálculo y ha conseguido que pueda seguir la producción.

¿Qué diferencia habría con respecto al wealth management? De base, el tiempo. Si antes de toda esta situación las compañías hubieran apostado por invertir parte de sus beneficios en una cartera diversificada cuya función fuera la creación de riqueza, puede que hoy se encontraran en una situación muy diferente.

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Con el wealth management un asesor se hace cargo de gestionar los productos de inversión de la cartera buscando rentabilidad a medio y largo plazo para así garantizar una rentabilidad.

Además, contará con el asesoramiento legal y fiscal de otros expertos que podrán diseñar en conjunto un plan de inversión que puede ir modificándose dependiendo de lo que se vaya consiguiendo en el corto plazo.

Esta ha sido tradicionalmente la apuesta de las familias adineradas y de las empresas muy bien relacionadas con la banca precisamente por su fiabilidad en el largo plazo, ya que se trata de invertir no que actualmente no se necesita y que vaya generando nuevos beneficios de forma que se puedan recoger cuando sean necesarios.